miércoles, 30 de diciembre de 2009

Capítulo 2: ¡Por fin!

- Gracias por salvarme, querido príncipe - Dije, abrazándome a mi salvador.

- Ha sido un placer - Sonrió, enseñando sus dientes perfectos - Siempre hay un tiempo en mi apretada agenda para salvar a una princesa.
- ¡Qué modesto! - Exclamé.

Ambos nos reímos. Él se fue acercando cada vez más a mi cara, en unos segundos nuestros labios se juntarían. Estaba a punto de hacerlo... ¡Toc, toc!

Desperté ensimismada. ¿Por qué? ¿Por qué alguien tendría que despertarme del precioso sueño que estaba teniendo? Estaba enojada, quería seguir soñando con aquél príncipe.

- Alex, mamá dice que te levantes ya - Dijo una voz por detrás de la puerta. Deborah.
- ¡Deborah, déjame dormir! - Grité yo echando un vistazo al reloj.

¡Solo eran las 10! Me recosté de nuevo y me tapé con las sábanas hasta la cabeza. Intenté volver a soñar con el príncipe que minutos antes estaba a punto de besarla. Cerré los ojos y me dispuse a continuar durmiendo.

- Vamos, vamos... Príncipe azul vuelve - Susurré para mi misma.

Y... ¡Nada! Mi príncipe azul no apareció, ni mi yo princesa. Me enojé más que antes. Deborah me había fastidiado el mejor sueño de mi vida.

- Alex... - Otra vez Deborah, ya no le iba a hacer caso. Me quedaría durmiendo. - ¿Es qué acaso quieres perder el avión a Nueva York?

¡Nueva York! ¡Se me había olvidado! Me levanté deprisa y abrí la puerta. Deborah estaba allí con los brazos cruzados sobre el pecho, mirándome con una sonrisa maliciosa en la cara. La miré curiosa. Sacudí la cabeza, era mejor no preguntar. Le cerré la puerta en las narices y la escuché quejarse, yo me encogí de hombros.

Estuve casi una hora decidiendo que ponerme. Después bajé a desayunar. Eran las 12 menos 5 cuando salimos hacia el aeropuerto. El cielo estaba despejado, y lucía un gran sol en él. Miré el paisaje. Lo iba a echar todo de menos, mis amigos, mi familia, hasta a la insoportable de mi hermana la echaría de menos. Además no sabía si aquello me iba a gustar o no, ni siquiera sabía si haría amigos. Nunca había sido nueva en ningún lugar. Bueno, al menos disfrutaría de aquel momento que siempre lo recordaría.

Continuará...

viernes, 13 de noviembre de 2009

Poema.

Estaba encerrada en la torre, donde casi tocaba las nubes, invisibles para tus ojos. Encerrada por la bruja, la malvada bruja, que se reía sin más pesar de la historia. Tú, tu que llegaste al pie de la torre, y entraste, y entraste a salvarme, a rescatarme de la torre infernal, donde los sueños no se hacen realidad. Y vinistes, y vinistes a por mí, y tras derrotar a la malvada bruja del país de Nunca Jamás, quien desaparecía entre un humo azulado. Y bajo aquel odioso lugar, del que nunca jamás volvería a hablar, pero que no podría olvidar, te acercaste a mí y me besastes, me besastes dulcemente...
Y despierto, despierto del maravilloso sueño, comprendiendo que no era real... Sin duda, seguía encerrada donde los sueños NUNCA se hacen realidad.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Estaba sentada en mi cama, escribiendo en mi diario, como siempre. Quedaban unos días para que empezara el curso, y un día para que me fuera a Nueva York. La ropa de verano estaba desparramada por algún lado del armario abierto, y la de invierno, metida en una gran maleta al lado de la cama. Me levanté con delicadeza y lentamente cerré el pequeño librito que en minutos antes escribía sin parar.

Metí más ropa en la maleta, para después intentar cerrarla. No me podía creer que me fuera a Nueva York, la verdad no me lo creía. Con todas las ciudades que había en el Mundo, justamente tenía la suerte de ir a la mejor ciudad. Me detuve un momento para pensar. No sabía muy bien que llevar, aparte de la ropa.

Echaría de menos a mucha gente, pero sin embargo no podía negar esa oportunidad. Una beca no la dan todos los días. Claro que tenía un don especial, por algo me habían dado una beca para estudiar arte. Yo era muy buena dibujando, y aunque también sabía tocar el bajo,cantar e interpretar perfectamente, esas dotes aún no habían salido a la luz.

Observé una vez más esa pequeña habitación, que tan pronto Me iría la echaría de menos. En la Universidad de NY compartiría habitación con alguien, a sí que tendría menos espacio. Pero sin duda, al menos haré una amiga cuando llegue allí. Y no es que fuera tímida, al contrario, yo era una chica que hablaba con todo el mundo, sin importarme si los conocía o no.

Miré el reloj. Eran las nueve.

- ¿Cómo a pasado el tiempo tan rápido? - Me pregunté, repasando todo.

Me di cuenta que me faltaba algo... Pensé en que me faltaba. De pronto surgió. Me faltaba mi pulsera de la suerte, esa pulsera azul con detalles rosas y estrellas amarillas que me regalaron mis padres hacía ya 6 años, ella ahora tenía 16. Abrí la puerta de la habitación y avanzé corriendo el pasillo hacia la habitación de mi hermana pequeña, Deborah.

- ¿Tienes tu mi pulsera, Deborah? - Dije yo, abriendo la puerta de golpe.
- ¿Cuál? ¿La qué te regalaron papá y mamá? - Dijo la pequeña levantando la vista de un libro.
- Sí, esa misma. ¿La tienes? - Pregunté de nuevo, poniendo un tono de voz curioso.
- Sí, esta ahí - Dijo, señalando una pulsera en un pequeño estante lleno de libros.

Cruzé la habitación y cogí la pulsera. Me la puse. Ya no me la iba a quitar más para no perderla. Volví a mi habitación y empezé a ordenar mi cuarto, al menos lo dejaría ordenado.

Poco después, mi madre me llamó para cenar. Comí rápido, estaba emocionada. Al día siguiente, cogería el primer avión con destino a New York. Esa noche me acosté temprano, algo anormal en mí. Pero quería dormir bien.

Continuará...



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