jueves, 21 de enero de 2010

- ¿Te gusta James, verdad? - Le pregunté a Lina.

Ella intentó evitar la pregunta. Al parecer, no quería hablar de su relación con James.

- Alex, llegamos tarde a clase Dijo, ignorando mi pregunta.

- Osea, que te gusta… - Dije yo. No estaba dispuesta a rendirme, pero, por la cara que puso, me parecía que no le hacía mucha gracia el temaVamos, si a mí me gustara, yo te lo diría.

Lina se quedo mirándome. En su cara se empezó a dibujar una sonrisa. La miré incrédula. Se podía estar imaginando cualquier cosa. Justo en el momento en el que iba a preguntar que le pasaba por la cabeza, ella contestó a la pregunta sin ni siquiera dictarla.

- A ti… ¿Te gusta James? – Repitió la misma pregunta que había hecho yo hace unos minutos.

Me quedé sin habla. ¿Cómo puede pensar que me gusta? Si era un creído, y un idiota, y no podía soportarlo, y… y… me gustaba tanto. No creía que sólo habían pasado unas horas desde que lo había conocido. Y tampoco podía creerme que me hubiera enamorado del primer chico que se había reído de mí desde que llegué aquí.

- ¿Y bien? – Lina me volvió a la realidad - ¿Si o no?

- ¡No! – Dije negando con la cabezaNi en sueños.

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Al día siguiente, todavía no había olvidado la conversación con Lina. A ella le gustaba James, lo sabía por la forma en que lo miraba. Seguramente por eso, ella se había dado cuenta de que me gustaba. Pero iba a seguir negándolo, no quería mostrarle mis sentimientos a alguien que no conocía de nada. Y ahora que lo pensaba, tampoco conocía demasiado a James. Quien sabe, a lo mejor debajo de esa coraza irresistible, era un chulo. Pero, ¿por qué seguía pensando en él? Cuanto más tiempo pasara ensimismada, más afirmaba que me gustaba, ya que podían pensar que estaba pensando en él. La verdad era que no podía dejar de pensar en él. Y cada vez que lo intentaba, su nombre aparecía dibujado en mi mente. Al final, acababa preguntándome si él me querría igual, aunque siempre salía la misma respuesta: No, él sin duda no me quería. Suspiré. No me había dado cuenta de que caminaba por la cafetería sin rumbo fijo. Y entonces lo vi, con una bandeja, viniendo hacia mí, pero hablando con Mario. Lo miré fijamente a la cara. Me encantaban sus ojos azules perfectos, me ensimismé aún más pensado en él. Y al instante, me encontraba llena de comida. James y Mario empezaron a reírse, al igual que todos lo que me miraban. Me sonrojé. “Tierra, trágame” pensé, muerta de vergüenza. Miré a James, que se ría a carcajadas con los demás.

- ¿Por qué no miras por dónde vas? - Le grité, intentando quitarme la comida del pelo.

- Tú eres la que me estaba mirando, podrías haberte ido por otro lado – Me espetó.

Me quedé sin habla. Se había dado cuenta de que lo estaba mirando. Pero, me estaba echando la culpa a mí, cuando era inevitable que la culpa había sido suya. Le fulminé con la mirada, y me di la vuelta para irme. Mientras me dirigía hacia a mi habitación, las risas se iban desvaneciendo, hasta el punto de no escucharse más. Cuando llegué, me duché. Al tiempo que terminaba de vestirme, la puesta se abrió y por ella entró Lina. Me dispuse a secarme el pelo, y ella se sentó en su cama.

- Que gracia lo de la cafetería - Dijo entre risas.

- Pues a mí no es que me haga mucha risa - Dije, seria.

- ¿Es qué acaso no te ha gustado chocarte con James? - Dijo con una sonrisa. - Y admite que ha sido tu culpa.

- No, no me ha gustado – No le iba a dar la satisfacción que quería - Y no ha sido mi culpa. Él estaba hablando con Mario, la culpa es suya, debería haber tenido más cuidado.

Y encendí el secador, dando por terminado la conversación.

Continuará...

sábado, 2 de enero de 2010

Aquél paisaje pintoresco de mi ciudad natal se desvanecía entre las espesas nubes que flotaban a mi lado. Observé el cielo. Era como volar, literalmente, con los pájaros. Era... increíble. Una vez más, me sorprendió mi suerte. Tendría que haberlo visto Deborah, estaría rabiosa. Me reí silenciosamente frente a aquella verdad, si estaría así, aunque después de dos minutos se olvidaría de eso y se alegraría de no tener que ver a su hermana.


Después de un par de horas, llegamos al aeropuerto de Nueva York. Mucha gente subía a los demás aviones, y otro montón de gente salía de ellos. Me bajé a toda prisa, estaba ansiosa. Cogí mis maletas y salí pitando de el aeropuerto. Y allí estaba: New York. Mis padres me habían dicho que desde el aeropuerto hasta la Universidad no había mucho recorrido, a si que tenía que ir andando. Mejor. A sí vería NY.

Después de andar lo suficiente, no mucho, llegó a la Universidad. Le pareció maravillosa, aunque claro ni siquiera había entrado, no debería juzgar por el exterior. Entré. Había muchos alumnos fuera de los edificios, estarían disfrutando de el último día que le quedaba de verano y libertad. Muchos de ellos se quedaron mirándome, mientras que otros me ignoraron. Se me acerco quién parecía el director. No parecía tan viejo como mi antiguo director, pero si se le comparaba mucho.

- Usted debe de ser la señorita Brown ¿verdad? - Me dijo en cuanto llegó a mi lado - Sí, supongo que sí. Yo soy el director, seguro que lo habrás notado.

Yo asentí con la cabeza. Él empezó a andar por el recinto, mientras yo le seguía con cierta distancia, quería observar todo a mi alrededor. El director se paró a hablar con una chica y yo me quedé detrás. Observé a la chica: Era de mi edad, un poco más baja que yo. Tenía el pelo oscuro, casi negro, que le llegaba unos centímetros por debajo de los hombros. Tenía pinta de ser inteligente, o lo parecía simplemente. Me miró a la vez que el director se volvía hacia a mí.

- Señorita Brown, esta es Lina Weestbork. Te enseñará el recinto. Espero que congeniéis. Yo tengo asuntos por atender. - Dijo, y lo observé marchéndose.

La tal Lina me sonrió. Yo le devolví la sonrisa, pero no con el mismo ímpetu. Se acerco a mí.

- Bueno, yo soy Lina. - Dijo todavía con una sonrisa.
- Yo soy Alexandra, Alex para los amigos. - ¿Porqué había dicho eso? Se supone que ella no es mi amiga.
- Encantada. Creo que podremos llegar a ser grandes amigas. - Afirmó.

Yo también lo creía. Me estaba empezando a caer bien. Volví a sonreír, pero esta vez la sonrisa era de felicidad. No creía que hubiera hecho una amiga tan pronto. Empezó a contarme cosas sobre la Universidad, y yo me quedé callada, algo anormal en mí. Al rato, fuimos a ver la que sería mi habitación. Por suerte, compartiría el cuarto con ella. A la hora de almorzar, me acompañó hasta la cafetería. Nos sentamos en una mesa pegada a la pared, y nos dispusimos a comer.

Le pregunté varias dudas que tenía a Lina. Me di cuenta de que era bastante inteligente, no solo lo parecía. Cuando terminamos de comer, vi acercarse a nosotros un grupo de personas, que se sentaron a nuestra mesa. Pensé que eran amigos de Lina, y a sí era.

- Hey, Lina, ¿quién es la nueva? - Preguntó una chica, parecía japonesa, y acerté.
- Es Alex, el director me ha dicho que le enseñe esto. - Se echaron a reír en cuanto Lina contestó. Ella también ser reía con ellos.
- Menuda carga - Dijo un chico silenciosamente.

¿Una carga? Por favor, podía ser de todo, pero no una carga. Me disponía a levantarme cuando pararon de reírse, pero si dejaron una sonrisa en sus caras. El chico volvió a hablar, y se le notó la ironía en la voz.

- Vamos, no pensaba que te ibas a poner así. Ha sido solo una broma. Soy James. - Dijo tendiéndome la mano.

Me lo pensé dos veces antes de tenderle mi mano. Y entonces me fijé en él. Era muy guapo. Tenía el pelo castaño, oscuro, pero no tan oscuro como el de Lina. Tenía los ojos azules claros. Me quedé mirándole y los demás volvieron a reírse. La chica japonesa de antes se volvió hacia James y le dijo algo al oído, y ambos se volvieron a reír silenciosamente. Lina rompió aquel silencio inundado de risitas.

- Bueno, te presento: Esta es Annie, - Señaló a la chica que estaba sentada a su lado. - Este es Mario - Señaló al chico más próximo a ella - Yume - Señaló a la chica japonesa - Charlie - Señaló al otro chico - Y James. Bueno, ya conoces a mis amigos.

Continuará...



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